Añorando la vuelta

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Podríamos decir que el Obrero Golondrina es el trabajador que emigra temporalmente y en forma repetitiva y anual sin establecer arraigo ni integración en la nueva comunidad, donde llega generalmente por motivos laborales no tradicionales y por tanto diferente a la trashumancia y vida nómada.

En el libro Ensayo popular sobre la expresión artística en Santiago del Estero, Bernardo Canal Feijoo dentro del capítulo que refiere al Empobrecimiento del lenguaje nos dice:

… La industria de los bosques hizo durante mucho tiempo innecesaria la agricultura en Santiago; y suscitó cierto espíritu de desarraigo y nomadismo en el pueblo de la campaña, que no encontrando razón inmediata para el trabajo de su tierra, realizaba éxodos en masa a Tucumán, para la zafra azucarera, o a Santa Fe, para la “cosecha fina”. El cuadro del retorno al rancho abandonado durante varios meses, a un paisaje ya perdido, no era apto para animar el gusto de la vida y el amor de la tierra, que son motores fundamentales de la expresión popular artística.

Rescato algunas notas tomadas durante unas entrevistas que realice en la capital del departamento Loreto en el año 2016.

Durante estas entrevistas, al parecer, todos y cada uno de los que estaba cercano a la misma, conocía el tema y alguna vez había viajado o alguien muy cercano lo había hecho y esto hacía que pueda aportar anécdotas, ya sea desde lo puramente anecdótico, o desde el humor y otras formas que no perdí oportunidad de anotar.

Los mayores eran escuchados con atención, confirmaban los de mediana edad y escuchaban los jóvenes, que “ahora no es como antes”, cuando yo iba dormíamos en improvisados colchones en el piso, “peleando” con las ratas y con el agua si llovía. Al recordar un obrero quien le enseño a “desflorar” como le decimos aquí, allá para el sur le llaman “despanojar”. Esto seria, digamos, “sacar la flor a la chala”. Rene comentó que su maestro en el oficio, que fue un comprovinciano que le enseñó como hacerlo con dos dedos y un giro al corte de la flor, él ya tenía días de lastimarse toda la palma por carecer de técnica al hacerlo. El contó que quien le trasfiriera este conocimiento falleció de Fiebre hemorrágica Argentina, pero al referirlo, dijo mal del rastrojo. De inmediato en esa rueda Julio, el ilustrado del grupo, docente rural de gran sensibilidad, loretano, que supo ir una vez, mas por curioso en su juventud que por necesidad económica y que con el paso de los años palpó esta realidad entre amigos, vecinos y hoy alumnos en las dos escuelas rurales de la zona donde ejerce, dijo y esta enfermedad endémica luego la importamos y es tratada bien o mal en la zona con las distintas dolencias que les acarrea. Luego citó, desgraciadamente hoy también lo que se importa es el Sida, en menor medida pero ya hay casos y tristes historias en la zona. Silencio en la rueda.

Luego retomamos la charla y después del humor vuelve la cosa seria y Julio vuelve a citar otro actor fundamental del pasado, El colectivero, si te tocaba uno malo o poco humano, llegabas aquí sin un peso. Al no entender pido que me amplíen y explicó con gran claridad. El colectivero, chofer del ómnibus que los buscaba, sabía que todos luego de un mes o más en los campos traían el dinero en efectivo y no se conformaba con ganar su dinero del transporte. Lo que hacía más en antaño que si bien es lejos y se demora hace 30 años venir desde la provincia de Buenos Aires no era cosa fácil, imaginate esos ómnibus, colectivos con cámaras, alguna ruedita pinchaban y así. En la primera parada abría la bodega que tenía llena de damajuanas de vino, lo único que vendía barato, luego de eso con gente alegre por la vuelta al pago con la ayuda de Baco, sacaba ropa, relojes y todo tipo de baratijas entre otras cosas útiles quizás pero a precios más que conveniente, pero solo para el vendedor, digamos vendía muy caro. Para no llegar con las manos vacías o por la poca destreza a manejar mucho efectivo junto, el tío, comerciante camuflado de colectivero, hacía de las suyas y sacaba ventaja. De ahí en más sumale que todas la paradas estratégicamente acordadas le daban un plus, ninguna parada era por casualidad, almacenes, bares y prostíbulos, todos le daban su tajada al “colectivero”.

Supe trabajar yo el tema forestal y vi en el colectivero un espejo con el almacén del obraje o el contratista, que siempre vende baja calidad y muy caro.

Entrevistas

René: Nunca podría haber hecho esto si no fuera por mis viajes

Rene Rodriguez (53), alias Mulo.

Rene vive en la ciudad de Loreto en el barrio Eva Perón, alias el mechero, puesto que luego de inaugurado por problemas en la aprobación de los planos del tendido eléctrico recién contó con este servicio a los tres años de entregadas las viviendas por el Instituto de Vivienda. La charla trascurre el sábado 13 de febrero pasado en su casa, ampliada y con un almacén al frente que luego me contara nunca podría haber hecho todo esto si no fuera por mis viajes, empleado municipal que tiene un trabajo extra como obrero de la construcción. Nacido en Loreto, residió en la misma ciudad toda su vida de padres oriundos de Isla Verde distante 40 Km, al sur sobre ruta nacional Nº9. Su padre hablaba quichua y su madre lo entendía. Viajó por primera vez a los 18 años a trabajar en la empresa Dekalb, Venado Tuerto, provincia de Santa Fe a la desflorada o despanojada como le dicen ellos, aclara.

Los años lo llevaron a trabajar a otras empresas como Monsanto y Morgan.

Hasta que su hermano se jubiló y empezó a viajar a los 50 años de cocinero, era el único de su familia que viajaba. Lo hizo por última vez hace tres años, viaje hasta que me enfermé, estuve internado en Baradero con muy mala atención en el hospital, una semana, yo no les decía nada en mis mensajes a mi familia para que no se preocuparan, pero no aguante más y les conté. Mi mujer viajó para allá y pidió hablar con el encargado, ahí fue uno que es como nosotros, contratado, le dijo con vos no quiero hablar, que venga un jefe tuyo. La atendió un supervisor, ya de la empresa, ahí le dijo que en los papeles decía que debía ser internado en un sanatorio y que contaba con cobertura médica, que si no lo llevaban a una clínica los denunciarían, ya había constatado la mala atención que sufría en el hospital. Así fue, de inmediato lo trasladaron y en tres días ya me sentía mucho mejor, esa fue mi última vez, tenía 50 años. Ahora no viajo, ya tengo mi puesto en la muni, el almacén y mis changas en construcción.

Me contó que el médico le dijo que por un raspón y una uña que tenía mal se le metió un virus, tenía muchas nauseas, no me supo aclarar si fue producto de los agro-tóxicos o fiebre hemorrágica argentina. El no tenía muy claro el origen de su dolencia. Tampoco quise indagar más.

Rene me dice “lo que yo hacia en el caso del maíz es sacar la flor de la chala, porque se siembra cuatro hembras y dos machos y así. Nosotros tenemos que sacar la flor antes que reviente para que el macho empreñe a la hembra, con el viento y con el polen. Sacamos solo de hembra, los machos se los deja y cuando termina la cosecha así se los corta”.

Para mi viajar fue siempre como unas vacaciones, me despejo, fui con los años a Salto, Pergamino, Arrecifes, General Villegas, Ameghino en distintos viajes, al maíz, sorgo y Girasol. En el caso del girasol es distinto, ahí con azada desmalezamos entres surcos, sabes como te queda la espala. Me contó también que una vez, esto en Jesús María, de la nada, de atrás de la montaña salió una nube y plena siesta de sol se puso negro, empezó a caer piedra nos pusimos de cuclillas en el maizal, el viento era muy fuerte y mi miedo era que las piedras sean más grandes, que no lo eran, la pasamos muy mal, muy feo, un gran susto.

Una vuelta hice de “Banderín” cuando fumigan con el avión, vos marcas el sembrado con un palo y una bolsa de cebolla, de esas naranjas, luego que pasa caminas cien metros y el avión vuelve a pasar y así. Un hombre ya mayor que trabajaba ahí me dijo que no hiciera eso, que el veneno que rociaban no era nada bueno, que pida hacer otra cosa. Nunca más lo hice.

Pero salvo estas cosas que en todos los viajes algo hay, la pasamos bien, yo cuando arranco aquí cargo mi pelota, parches y solución y después de las tareas, que a las 19 ya estamos desocupados, futbol con los changos. Antes se trabajaba de sol a sol, ahora no, desde Cristina y también de la fundación de RENATEA para aquí la cosa cambio, también por UATRE*2 ya no se trabaja de sol a sol como en mis primeros viajes, tampoco dormimos tirados comiendo sobre un tronco sin tener donde descansar la espalda ni cuando no estabas trabajando, ahora en mis últimos viajes ya trabajábamos 8 horas, y dormimos en casilla, como acoplados con 24 camas, separados en dos, o sea duermen dos cuadrillas de 12 en cada uno. Yo al último ya viajaba de “cabecilla” y siempre traía premio, en 28 días ganaba 28 mil pesos, hay de la muni cobro poquito más de cuatro mil. Mi rol como cabecilla es juntar la gente aquí y coordinar y repartir el trabajo allá, también lo primero que hago es pedir el botiquín con los remedios y todo y tenerlo a mano y ahora tenemos celulares que nos da la empresa y cualquier problema puedo llamar al coordinador, y si la cuadrilla de 16 personas incluido el cocinero y el cabecilla, si andan bien, no pelean y rinden en el trabajo, todos tenemos premios, y yo también. Yo coordino con cocinero y como lo mismo que comen toda mi cuadrilla. De acuerdo a como anda la cuadrilla te pueden ofrecer quedarte, eso sí, todos tienen que querer, si uno o dos no quieren, volvemos todos. Vamos en noviembre o diciembre y si nos quedamos podemos estar entre uno y tres meses. Ya poco se hace, solo un repaso, pero igual te hacen quedar, las maquinas cada vez menos dejan para nosotros.

Hay empresas como Monsanto que te lleva hasta los 50 años, pero hay otras que mientras puedas andar, hasta los 60/62 te contratan. Pero ahora lo que tratan es de llevar gente joven, porque es muy duro el trabajo y si te llueve, si hay barro, uno se cansa y ven mucho el rendimiento, hay que andar rápido. Me dice, antes cada 12 changos teníamos una hectárea y media, y se trabajaba de sol a sol, te rogaban para que vayas porque si no les ganaba la floración, si o si ha que sacar la flor de la hembra. Ahora no es más así, ahora hay máquinas defloradoras, máquinas repasadoras que le dicen y llevan gente para que repasen después de las máquinas por las dudas, estos cambios se vienen dando estos últimos años, cinco te diría, ahora no llevan ni el 30 por ciento de la gente que llevaban antes. Yo viajé los cinco primeros años de peón y luego me largué ya de cabecilla. Cuando estas allá te levantas a las cinco, aire fresquito, viajan en diciembre, es muy lindo entras a trabajar con ganas. Me gustaba ir. Donde más me gustó es en la zona de General Villegas, provincia de Buenos Aires casi límite con La Pampa. El agua es salada ahí, pero duermes de noche tapado con una sábana y hasta con una colcha.

A Córdoba he ido como cinco años, pero para ahí ya hace calor. Como manejo la cuadrilla yo coordino con los changos el tema de la comida, a la hora del matecocido les pregunto que quieren comer y le indico al cocinero, que gana lo mismo que cualquiera de los obreros y recibe de la empresa diariamente el pan y la carne. Todo el resto nos dan cada semana. Luego organizo más aún y en un papel pongo los días de la semana y que almorzaremos y cenaremos cada día, que todos están de acuerdo, y así anda bien la cuadrilla y siempre yo saco premio, porque si todo anda bien y se trabaja bien, traemos premio, yo siempre traigo premio. Se lo nota orgulloso de sus buenos oficios. Ahora a cambiado todo, los changos que van últimamente van al hotel, con cama, baño y tarjeta para cobrar, también tienes la comida pagada en el hotel. Pero ahí vienen con poca plata ya, te imaginas las chinitas y los vicios a la vuelta de los changos, que caminan del hotel al cajero automático y ya tienen efectivo, a mi no me gusta ya así, un problema juntar la cuadrilla, por ahí alguno toma, etc. Para mí mejor en el campo con las casillas.

Respecto a la camaradería que se forma en el grupo, me comentó que el se hizo en sus viajes de muchos amigos, changos de Herrera, Salavina, Atamisqui, de todos lados, la mayoría santiagueños. A las 19 ya estas libre y bañado, hasta las nueve tienes luz, jugamos a la pelota o salgo a caminar, es muy lindo ahí.

Si alguien aquí, un día cualquiera le pregunta, en que trabaja usted, que le contesta? Que en la construcción, ahí le pregunto yo, ¿ y los viajes? Un extra, un extra hermoso. Cuando yo viajo lo hago por un mes, dos y algunas veces hasta tres meses. Consultado sobre los afectos que quedan y como vive ese desarraigo me dice, al principio se extraña, luego uno se acostumbra. Ahora es más fácil con los celulares, por los teléfonos móviles. Me comentó también que si alguien tiene un duelo “te mandan” se le permite venir hasta por una semana.

Cuando empecé a viajar que era soltero era una lucha con mi mami, que no quería que viaje, pero yo aquí andaba de vago, decía me voy, me voy a probar y me iba. Después allá me molía de trabajo, me dolía todo y veía que pasaban los aviones por arriba y rogaba baje uno me agarre y me cargue, antes trabajabas de sol a sol y luego me bañaba en el molino y te dormías, fundido, sin espalda ni brazos, te dolía todo. Antes por carta te comunicabas, a veces las cartas llegaban después que vos, risas, ahora con celular es distinto. Donde se extraña mucho también es para navidad y año nuevo, pero al menos ahora si quiero llamar, llamo.

Jose Ramon: Antes trabajábamos de sol a sol y ahora 8 horas por día.

Jose Ramon Avellaneda (53) alias Pelu.

Nacido en Loreto departamento San Martín vive en el barrio El Polígono, que debe su nombre a que fuera construido en la zona que ocupaba el campo de tiro de un ya cerrada regimiento en la ciudad de Loreto. Siempre vivo en esa ciudad al igual que sus padres y abuelos. Su abuela materna hablaba quichua. Viajo por última vez como obrero golondrina en el año 2014 y por primera vez a los 16 años en el año 1979 a trabajar en la empresa Cargil a la ciudad de venado Tuerto en la provincia de Santa Fe.

A los 18 años empezó a trabajar ya como cabecilla de una cuadrilla de 12 personas, (once al campo y el cocinero). Me contó que él estos últimos años va en noviembre a la zona de Fernández y luego en diciembre al sur, a la zona de Rojas o Salto en la provincia de Buenos Aires. Padre de tres hijos, junto con su mujer son quienes quedan en su casa cuando el viaja de noviembre a enero. Cuando está en su ciudad natal sus ingresos vienen de distintas “changas” o de cortar leña, “haciendo la diaria, para el puchero”. Los viajes son su ingreso más importante.

Cuando empecé a viajar parábamos en acoplados, separados a la mitad, donde entrabamos dos cuadrillas, 12 cuchetas y doce para el otro lado, cocinábamos con marlos, luego nos empezaron a traer leña. “Después cuando vino Cristina, (por la presidenta Cristina Fernández) dijo el obrero golondrina no puede estar así tirado y ahora paramos en hotel, tenemos hasta televisor. Antes trabajábamos de sol a sol y ahora 8 horas por día. Ahí mismo comemos. Luego me comentó que más o menos desde 1998 las condiciones de trabajo empezaron a mejorar.

Cuando el lote es grande estamos ocho, diez o doce cuadrillas y después de los diez primeros días de trabajo, ya la tarea está un poco más aliviada y ya nos juntamos, charlamos, hacemos campeonato de futbol y se pasa la hora y los días. El humor y las cargadas no faltan.

Conversando del desarraigo me dijo que los primeros años extrañaba pero luego, se acostumbró y “ya es como estar en casa”. Hoy por hoy, el celular también ayuda. Allá continuó volviendo al tema del trabajo, cuando estamos muchas cuadrillas y se reparte el trabajo, el jefe de zona o el ingeniero, sortea los lotes entre las cuadrillas, así nadie puede decir nos toco lejos o cerca. Para que no haya desacuerdos.

Por último volviendo al tema del celular que le permite estar en contacto con su casa me dijo, que se lo dan para que ante cualquier problema lo llame a su jefe y si hay un enfermo o lo que sea, debe llamar al coordinador que a su vez anda constantemente viendo que el pan y carne que les proveen diariamente estén bien, anda y controla todo. Si uno está en campamento, ahora en hotel ya hay menos de esas tareas para ellos.

Vicente: hoy ha mermado la cantidad de gente que llevan, cuadrillas enteras no van.

Vicente Lopez (52)

Vicente es oriundo de la localidad de Pinto, nacido y criado ahí al igual que sus padres y abuelos, Pinto que puede confundirnos por ser más conocida la ciudad de este nombre en el departamento Aguirre, dista seis kilómetros de la cabecera del departamento Loreto.

Solo su abuela hablaba quichua y fue por primera vez a la desflorada a los 18 años a Salto, “como peón golondrina”. De su familia solo un hermano solía ir, aunque no lo hace más. Donde el va siempre vio solo varones trabajando de entre 19 y 60 años y se organizan en cuadrillas de doce personas. Continua su relato diciéndome que el viaja por lo general en diciembre por uno o dos meses. Siempre fue a Salto y Necochea, ahí le dicen despanojada y no desflorada me aclara. También algunas veces a trabajar en el girasol o el sorgo.

“A la gente cuando la tienen que llevar aquí le hacen todos los estudios, por ahí algunos tienen problemas de presión y así y no van” Yo soy soltero y no tengo hijos, salvo mi hermano que cuando viajo es quien queda a cargo de mi caballo y chanchos, el resto de mi familia vive en Buenos Aires. Mientras esta en Pinto trabaja en el corte de alfalfa u otras tareas relacionadas a ese cultivo, me dice que si bien no le falta trabajo aquí, viaja para tener un ingreso mayor, porque el trabajo es bien pago y nunca podría hacerlo con el alfa.

Me respondió que las condiciones de alojamiento y comida son buenas, y que en el viajar no tiene otro interés que el dinero. Si aquí alguien le preguntase en que trabaja, se identifica y responde que con el alfalfa y aclaro que no le mencionaría que viaja anualmente a la desflorada, consultado si porque, se encogió de hombros y no respondió, luego dijo, no sé, en referencia a porque no les diría.

Me hizo notar que hoy a raíz de la mecanización, a “mermado la cantidad de gente que llevan, cuadrillas enteras no van”.

“Uno extraña los primeros días 2, luego se acostumbra”.

Manuel: Como yo voy por muchos meses, a veces voy en noviembre y vuelvo para mayo, cada dos meses y medio o tres me mandan cinco días o una semana

Manuel Leguizamón (49) alias Rengo, aquí en Loreto. En el sur me dicen “Flechin”

Manuel nació en Loreto y vive en el Barrio El Polígono, sus padres, y abuelos que hablaban quichua también vivieron en esa ciudad, me comenta de manera amable y atrás de un rostro simpático.

Su primer viaje fue a un pueblo cercano a Pergamino llamado Socorro, provincia de Buenos Aires, lo hizo para la empresa Continental, a los 17 o 18 años, fui de cocinero, casualmente hace poco encontré un pela papas que usaba en esa época, me dijo con cierto tono de nostalgia.

Soy el único de mi familia que viajo. Luego de ese primer viaje lo hizo para distintas empresas como Cargil, Monsanto y Pioner. Luego la mayoría de los viajes fueron a “Salto Argentino” y también a Pedro Luro. Cuando se ausenta en su casa queda su esposa y sus dos hijos.

Consultado sobre sus ingresos, me dijo que ahora es pensionado, pero que “desde su tatarabuelo” en su familia la tradición laboral es el rosquete, llevan generaciones de hacer rosquetes. Luego me dice que su madre, su abuela y la madre de ella, o sea sus bisabuela, de ahí bien la tradición laboral del rosquete (Confitura regional de fuerte raíz en la identidad de Loreto). Siempre recuerdo a mi amigo Jota que dice que el rosquete no cayó o sucumbió ante la globalización, si vos quieres comprar donas, vas a un hipermercado en cualquier lugar del mundo y las compras, pero si quieres comer rosquetes en el lugar del mundo donde estés, deberás venir a Loreto. Lo enuncia con claridad y marcado orgullo, claro.

Yo fui por última vez hace tres años, “ahora no puedo ir por la pensión”, fui 25 campañas. Mis primeros viajes fueron con poca comodidad, en casilla pero comíamos y estábamos incómodos, los últimos ya pare en hotel, “con muy buena atención y trabajábamos ocho horas, antes lo hacíamos de sol a sol”.” Con un solo encargado de campo eh trabajado 17 temporadas”.

Aquí en Loreto todos me conocen por el tema del rosquete, ese es mi oficio.

Como los entrevistados anteriores me dice que en caso de duelo ”te mandan,10 o 15 días” y que a las fiestas de fin de año, obligatoriamente tienes que estar allá por el trabajo, yo las paso “pensando”, antes la comunicación era por carta, ahora ya con celular, puedo hablar, ellos me dan el celular. Es otra cosa ya me acota.

“Como yo voy por muchos meses, a veces voy en noviembre y vuelvo para mayo, cada dos meses y medio o tres me mandan cinco días o una semana” Volvía cuando terminaba la cosecha.

De vuelta en el tema de los rosquetes me dice que ellos a la docena, “la dan a cincuenta pesos” en la terminal la venden a sesenta. Nosotros hacemos de lunes a viernes entre 15 y 20 docenas por día, para salvar el día. Hay otros que hacen más, hasta 80 y cien docenas me aclara, los que están en la terminal. “Nosotros desde la época de mi madre que vendemos en la estación de servicio, en la YPF”. Hoy ex YPF, actualmente de bandera blanca, yendo al sur desde Loreto, sobre la ruta nacional Nº9 a la mano derecha.

Johana: Cuando viajo, estoy triste, extraño mucho a los chicos.

Johana Cisneros (23), primera de la izquierda, embarazada de ocho meses. Parada junto a ella su hermana María Figueroa (19), sus hijos Valentín (2) y Juan David Cisneros (8)

Johana nació y residió siempre en Loreto como sus padres, vive en el barrio Eva Perón, sus abuelos fueron de Atamisqui y hablaban quichua. Su último viaje fue al arándano hace dos años (duda) a Mercedes, provincia de Buenos Aires, aunque de la fecha no está muy segura, sabe que fue dos veces entre el 2013 al presente. Quizás antes, su vecina la ayuda a tratar de recordar la fecha en función del nacimiento de los hijos y el tiempo que paso aquí entre viaje y viaje, pero sin seguridad de los mismos.

Cuando viajan sus hijos “quedan con mi mami o con mi hermana también”, actualmente tengo cuatro hijos pero cuando viajaba tenía tres. “Mi tarea allá es cosechar, juntar sería” Esto es en noviembre y ella viaja por dos meses me mas o menos, me cuenta. Luego me dice que fue por Buenos Aires en su otro viaje, aunque no sabe bien, cree que por Roque Perez, y cree que es en Buenos Aires. Sus dudas son ciertas, aunque la información es precisa.

Cuando está en Loreto hace trabajos domésticos cobrando por horas y también cuenta con la asignación universal por sus hijos. Luego me dice que aunque este con trabajo aquí, por lo rentable del trabajo allá si tiene oportunidad viaja.

Me dijo, donde yo estaba había un solo hombre, el encargado, que es el que nos indicaba donde teníamos que trabajar y luego todas mujeres, que dormíamos en una casilla, todas juntas en el campo.

Si me pregunto donde trabajo les digo “en limpieza no mas, y que cada año viajo”.

“Cuando viajo, estoy triste, extraño mucho a los chicos”. “Me comunico llamando o les mando mensaje”. “Cuando i vuelto algunos no me han conocido pero después han empezado por andar por atrás mío, se han alegrado cuando me han visto a mi; estaban contentos cuando me han visto”. “Yo decía allá, no veía la hora de volver”.

Consultada sobre como pasan el momento, le digo los hombre juegan a la pelota, las mujeres que hacen, me responde,” nosotros vamos a trabajar a las 7 AM salíamos de trabajar a las 19,30, nos bañamos, comemos y salimos y estamos ahí, por ahí hay peleas, volvían ebrias, las mujeres siempre tienen quilombo, pelean por tonteras nomas”

Yohana espera su cuarto hijo, vive con dos, su madre y su hermana y el mayor de sus hijos vive en la ciudad de Beltrán con familiares.

Extras

ANDUVO NOMAS

Anduvo nomás
guapeándole a la vida.
Anduvo nomás
corajeándole al silencio.
De aquí para allá,
cabizbajo, sin protesta.
De aquí para allá,
con sus cuatro hijos a cuesta.
Pelando caña por Tucumán,
en Chaco y Corrientes con el algodón.
Santa Fe lo tuvo entre el maizal,
bajo la tormenta, en medio del temporal.
A ese Julio Arce,
allá por Balcarce,
juntando papa
sin espalda se quedó.

ANDUVO NOMAS – Chamamé - Letra y música: Mario Alvárez Quiroga

EL OBRERO GOLONDRINA

Es uno más en el surco
El obrero golondrina
Con el silbido cansado
Y las manos que trajinan.

Jornada de penas largas
Que al solazo se calcinan
Y ese cansancio de siglos
Que solo el jornal resigna.

Sudor amargo en el monte
Recordando a la familia
Telarañas en los ojos
Que de pena se persignan.

Quiebra el ala del sombrero
Tristezas que no se entibian:
Un perro, algunos cajones
Y las manos doloridas.

La jornada se hace larga
No tiene quién la redima
Y siempre será lo mismo
Porque así se va la vida.

Caminando por los surcos
Como extraviada y perdida
Es como un pájaro herido
La pena del golondrina.

Un adiós de largo aliento
De sus tristezas se olvida.
Mientras el sol de la tarde
A las nubes acuchilla.

Poesía de Jorge Castañeda, Valcheta - Rio Negro.

LA TERCERIZACIÓN EN EL TRABAJO AGROPECUARIO (*)

(*) Por Marina Kabat Historiadora, investigadora de CONICET y militante de Razón y Revolución. Fuente: Diario Tiempo Argentino. Abril 2011

En cambio, las actividades que mantienen su carácter manual requieren un gran número de obreros empleados en forma simultánea en la misma explotación. En este tipo de tareas han cobrado importancia las empresas de contratación de empleados eventuales. Una de las principales firmas del rubro es Manpower. En 2008, entrevistamos a Jorge Rossin, gerente nacional para el Área Rural de Manpower. En este sector, durante 2007, Manpower había firmado 18 mil contratos laborales, el triple que en 2001. Las principales actividades para las cuales reclutan trabajadores son el desflore de maíz, la cosecha de la uva, la caña de azúcar y el arándano.

Según Rossin, el 95% de los obreros golondrina reclutados por Manpower son oriundos de Santiago del Estero. Por ello, en la entrevista citada manifestó su preocupación por que el empleo público o el desmonte en dicha provincia compitiesen con el empleo rural que su firma ofrece, con lo que, en sus palabras, el santiagueño se estaba transformando en “un bien escaso”.

Gustavo Luis Tarchini, febrero de 2016.